jueves, enero 14, 2010

lunes, enero 11, 2010

El momento del día

- Bonsoir!
- Bonsoir
- Une baguette s'il vous plaît
- 85
- Merci!

La primera sensación en esta fría París es es el contacto de las manos heladas con el pan recién hecho de una auténtica Boulangerie. Vaya a la hora que vaya, siempre está recién hecho. Me dirijo hacia la puerta observando las tartines, salgo, rompo con la mano el cuscurro, me lo zampo y vuelta a empezar. Hasta mañana.

domingo, enero 10, 2010

Hostel


Hay gente que nace vanidosa, alegre, inocente o prepotente. Yo nací tacaño. Es un hecho, creo que incontestable.
Reservé un hostal en lugar de un hotel para mis primeros cuatro días en París, en lo que tenía que ser tiempo suficiente para encontrar un piso para mí. El Hostel en sí está en una situación perfecta, en la Rue Mouffetard (5eme arrondissement), y bien comunicado para moverse por toda la ciudad, pero por un módico precio de 25 euros por noche, la habitación se tenía que compartir con otros tres huéspedes.
De Young&Happy –así es como se llama el hostal- sólo podría destacar dos cosas. Uno, el desayuno (croissant, pan, mantequilla, mermelada, leche y cereales), y dos el recepcionista homosexual que te regala minutos del wifi de pago (2 euros, ½ hora).  En el tiempo que pude charlar con él estuvo encantador, un portugués que vive en Francia, pero que domina a la perfección tanto el español, el inglés como el francés e incluso me pareció oírle indicar en alemán.
“Uf… muchos han llegado con reserva de una semana para encontrar piso y se han tirado un mes aquí…”, me adelantó el portugués, que al ver mi cara de horror, me regaló 60 minutitos más de Internet para seguir concertando citas.
Por suerte venía con el trabajo medio hecho desde casa, y entre el jueves (día de mi llegada) y el viernes tenía 4 citas concertadas, -de las que se anularon dos con un escueto mensaje en el website de “cette personne a dejà trouvé une collocation”.
Tras mi primera exitosa cita, que se alargó hasta las 11 de la noche, me dirigí hacia al hostal a pasar mi primera noche con la idea de que sólo tendría que compartir habitación con una chica, puesto que al dejar mi equipaje únicamente había una cama ocupada.
Al abrir la puerta con la llave –luego me enteré que el cierre no funcionaba y que por tanto la habitación número tres se podía abrir tan sólo empujando la puerta-  descubrí por mi olfato que no estaría sólo. Entre la oscuridad y el olor a hombres (2) cerrados en una habitación de 10 metros cuadrados me desnudé, y me metí en el saco de dormir junto a mis objetos de valor, llaves, móviles, cartera y tocando con los pies la maleta del portátil…
No culpo a los dos compañeros de habitación del pestazo, yo mismo contribuí al quitarme los zapatos después de un día largísimo que empezó a las 6:50 de la mañana y que acabó a medianoche después de andar mucho con las pesadas maletas a cuestas.
A raíz de esto, supongo que se explica lo siguiente. A los 30 minutos entra en la habitación una chica (a la que a partir de ahora llamaré Loca Borracha o Puta Retorcida), completamente ebria, y lo primero que hace es gritar y dirigirse hacia la ventana para abrirla en toda su extensión. No hace falta recordar que en París en enero hace frío, mucho frío, y más de noche. Me quedé sin saber que hacer hasta que el chico de arriba de la litera bajó a cerrarla, hecho que provocó la reacción de Loca Borracha, que se tomó su propia venganza personal.
En los siguientes 45 minutos (no exagero)  se entró en una guerra psicológica a tres bandas entre Puta Retorcida, los dos chicos y yo mismo. Loca Borracha se dedicaba exclusivamente a putear al resto gritando y gimiendo como si se estuviera masturbando o follando, mientras que uno de los dos chicos se iba de la habitación con un portazo y el otro le pedía amablemente en inglés y por su nombre de pila (¿Kate?) si podía mantenerse callada, lo que me llevó a deducir que eran amigos. En medio me encontraba yo con ganas de tirarle un zapato en la cabeza a Loca Borracha, pero temía la reacción de sus dos “amigos”.
Finalmente Puta Retorcida cesó en su recital erótico y pude destrozarme tranquilamente la espalda durmiendo en la cama del hostal hasta las 8:30 de la mañana, cuando los tres hombres nos despertamos e hicimos todo lo posible para joder a Puta Retorcida, abriendo la luz, hablando y golpeando la puerta. Entonces descubrí que no eran amigos suyos, sino que se trataba de dos chilenos de viaje por Europa (habían estado en Florencia y Roma, y después de París se dirigían a Londres, Barcelona y finalmente Madrid) que habían intercambiado unas palabras con ella por la tarde, y me indicaron que desde las 19:00 Puta Retorcida ya iba borracha como una cuba. Me quedé con las ganas de haberle metido cuatro gritas a Loca Borracha y decirle que era una impresentable irrespetuosa y  me prometí decírselo si la veía.
Tras la tortuosa noche (por suerte me quedé con el piso que había visto el día anterior), me fui a la agencia a conocer a mis nuevos compañeros de trabajo y básicamente a hacer tiempo hasta las nueve de la noche para empezar el traslado a mi nuevo piso. Volví sobre las 16h al hostal con la intención de descansar, no lo hice antes por que el servicio de limpieza es de 11 a 16h, y finalmente me tuve que esperar más de la cuenta, aspecto que solucionó rápidamente el recepcionista portugués regalándonos 1 hora de wifi a los dos huéspedes que esperábamos para entrar en nuestra habitación, yo y una chica con pinta de francesa guapa y refinada  que leía con tranquilidad un libro mientras esperaba. Cuando finalmente nos dieron luz verde  para subir a nuestras habitaciones, tuve la suerte de comprobar que la joven guapa era Puta Retorcida. No supe qué decirle. Supongo que además de tacaño, también tengo algo de cobarde.

PD: Me he dado cuenta que el post se estaba alargando, y por ello he omitido pasajes como la descripción del hostal: las puertas que no cierran, un lavabo minúsculo en el que cagando debías estar preocupado de todo menos de cagar, como por ejemplo que, sentado, mis rodillas impedían cerrar la puerta, o hasta el grifo de la habitación, que tenía el clásico funcionamiento de dejar correr el agua para que cayera directamente en la papelera puesta  debajo, y no en las cañerías.