miércoles, febrero 24, 2010

El recuerdo de “La Nueve”

Más vale tarde que nunca, dice el refranero popular. Hoy he tenido la suerte de asistir a un acto de gran carga emocional en el Hôtel de Ville de París. 66 años antes, concretamente un 24 de agosto de 1944, la capital francesa era liberada del nazismo por las fuerzas aliadas, con la "División Leclerc" al frente, compuesta entre otras compañías por "La Nueve", integrada mayoritariamente por combatientes republicanos españoles de la Guerra Civil y que tuvo el honor de ser la primera en entrar en París.

Entre ellos se encontraban personajes como Luis Royo, Rafael Gómez o Manuel Fernández, héroes anónimos que entraron triunfantes (Fernández lo hizo en camilla tras ser gravemente herido) en tanques como el “Guernica”, el “Madrid” o el “Guadalajara” por el sur de la ciudad (Porte d’Italie) hasta tomar el Hôtel de Ville.

Estos tres hombres recibieron hoy la máxima distinción que otorga el Ayuntamiento parisino como agradecimiento por haber liberado su ciudad y por su dedicación a la lucha contra el fascismo.

Tres supervivientes a los que les llega un reconocimiento tardío, pero que como mínimo aún viven para verlo, al contrario que muchos de sus colegas de compañía. La emoción les ha invadido esta mañana al recibir esta distinción entre aplausos, a unos hombres que han proseguido con sus vidas en Francia hasta el día de hoy.

Curtidos en la experiencia del 36 al 39 y posteriormente en los combates en el Norte de África, los españoles de “La Nueve”, que también recibían el apodo de “Los Cosacos”, por su rudeza y temeridad, y que oficialmente llevaban por nombre la “Novena Compañía del Regimiento de Marcha del Chad”, fueron algunos de los grandes olvidados de la liberación parisina.

Como nos explicó Alberto Marquardt, el director del documental "La Nueve o les oubliés de la victoire", que hoy ve la luz en París, el General De Gaulle omitió en su discurso del día después de la liberación cualquier tipo de agradecimiento a los combatientes extranjeros. Ni a los americanos, ni obviamente a los españoles, árabes, polacos o belgas, que fueron indispensables para que todo saliera como hoy sabemos.

Sin embargo la historia está escrita, y aunque siempre se puede intentar borrar o modificar, también se puede rescatar para acercarla a la veracidad. Hoy, por fin, estos combatientes recibieron una medalla que amplía aún más la mitomanía que ha desplegado “La Nueve”.

Marquardt también nos comentó que la primera vez que pensó en hacer el documental fue tras leer “Soldados de Salamina” de Javier Cercas, a raíz del genial personaje de Miralles, héroe como los verdaderos Gómez, Fernández, Royo y tantos otros que hace 66 años escribieron una de las páginas más célebres de la historia.

Sin duda, cada uno de ellos guarda en su interior una historia de libro, película o documental. Son pedazos de historia vivientes que me temo que los más jóvenes nunca sabremos apreciar precisamente hasta que se haga la película, el libro o el documental. Y el tiempo de los supervivientes se acaba.

martes, febrero 16, 2010

La mujer perfecta

El periodismo, de vez en cuando, tiene estas cosas sorprendentes y excitantes. Ayer estaba de fiesta en el Carnaval de Dunkerque disfrazado de mujer (lo tradicional es hombres vestidos de mujeres y mujeres de hombres) y cuando llegó el momento de marchar para casa, aún resacoso y adormilado, me preguntaba qué tenía programado en el trabajo para el lunes.
¡Mierda, un vídeo! Es más, mierda, un vídeo sobre la designación sobre no se qué tipa ecuatoriana como nueva embajadora de la UNESCO… ¡qué coñazo! Si los actos de la UNESCO ya por sí venden poco, si la noticia es una mujer de Ecuador aún importara menos.

Tururú. Lo de hoy ha sido realmente divertido. Nos hemos acercado con María Luisa (compañera de Efe) al hotel en el que se hospedaba la ecuatoriana, donde teníamos previsto hacerle una entrevista antes de la ceremonia. María Luisa se ocuparía de la entrevista y yo del vídeo y de la nota en el acto en la UNESCO. Aquí ha empezado el show de Ivonne Baki (la homenajeada en cuestión). Ex candidata a las elecciones de Ecuador, ex ministra de Comercio, ex embajadora en Estados Unidos, ex Presidenta del Parlamento Andino… es decir, alguien realmente importante.

Cómo es costumbre, lo bueno se hace esperar, y una vez allí nos ha retrasado la cita media hora porque se estaba arreglando. El embajador de Ecuador para la UNESCO nos ha distraído con cafés durante ese tiempo, y Maria Luisa ha pactado con él que yo me fuera en su coche para poder llegar a tiempo a la ceremonia.

En los 10 minutitos de entrevista he tenido la impresión que Baki es una mujer que irradia optimismo, contagia su entusiasmo y tiene una facilidad increíble para caer bien a la gente. Recordó mi nombre a la primera y tras la entrevista no tuvo ningún reparo en presentarme a sus amigos que la venían a apoyar en la ceremonia. “Ésta es…(no lo recuerdo), éste es un brasileño que… (ni puto caso, para mis adentros) ella es un princesa de… (no se qué país árabe al que no presté atención) ella es Bo Derek…”

¡Increíble! ¡Tenía ante mí a la mujer perfecta, a la chica 10! Aunque claro, unos 30 años más tarde de que se convirtiera en sex-symbol de toda una generación.
Lo primero que pensé, tras darle la mano, es que seguía siendo guapa. Sin embargo también constaté que el tiempo, como la gravedad, sigue la misma ley. Todo cae. Caen mitos, párpados y tetas, aunque mantenía la sonrisa perfecta.

El segundo capítulo sorpresa estaba por llegar, pero éste más ligado con la profesión del periodismo que con las revistas del corazón.
Como habíamos pactado, me enchufé en el coche que la embajada ecuatoriana había contratado para desplazarse hacia la sede de la UNESCO Allí en medio estaba yo, periodista de Efe, junto a Baki (que conducía con suavidad), el embajador ecuatoriano, el hijo de Baki ( de unos 35 años, al que le hacía de guía turístico: “esto es el Grand Palais, esto la École Militaire…”) y uno de sus asesores (entestado en comparar la maltrecha economía de España con la de Grecia… (¡pero tío, si eres de Ecuador!). Oí cómo Baki repasaba el discurso, cómo preparaba la reunión previa con la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, o cómo el embajador le aconsejaba ciertos retoques técnicos y de protocolo para el acto. Muy divertido.
Esta vez, al llegar al gigantesco y arcaico edificio de la UNESCO, no entré por la puerta trasera de acceso para periodistas, accedí triunfante por la puerta principal, sin pasar por ningún tipo de control. No sé cómo (sí lo sé, enganchado a Baki), en dos minutos ya estaba metido adentro del enorme despacho de la Bokova, en la sexta planta, donde rezaba la inscripción: “Dirección General”. El único medio de comunicación que se había metido hasta la cocina. Se me escapaba una amplia sonrisa. Tras la reunión y tras la ceremonia, en la que centré millones de planos de mi cámara en Bo Derek, por mi cabeza pasaba la idea de que hoy había sido un gran día. Había disfrutado con mi oficio, había estado con personas muy importantes de muchos ámbitos distintos. Un día mejor que lo que puede ser una gran Fiesta como el Carnaval de Dunkerque, que atrae a millares de personas. Lo único que espero es que ni la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, ni la super ex candidata presidencial de Ecuador Ivonne Baki, ni su hijo, ni el embajador de Ecuador para la UNESCO, ni por supuesto Bo Derek se estuvieran preguntando todo el rato porque ése periodista español, guapito, bien vestido, discreto, calladito, y que les había seguido por todas partes durante todo el día llevaba aún la línea de ojos negra marcada, algo de rimel en las pestañas y purpurina dorada en la oreja…


Escrito ayer lunes, publicado hoy martes.

lunes, febrero 08, 2010

Echar una mano…

Salía tarde de casa para el trabajo, con prisas, casi sin prepararme la cartera. Como siempre, cuando vas con retraso el ascensor tarda más en llegar. Al fin lo oí acercarse, pero su ruido mecánico característico venía acompañado de un fuerte llanto, desconsolado, asustado. Se abrieron las puertas, y allí estaba, sola, una pequeña niña de origen africano de unos 4 ó 5 años aterrorizada, llorando a gritos. Entré en el ascensor y le pregunté donde estaba su mamá, y si sabía en qué piso vivía. Sólo obtuve de su boca una respuesta: “Mama, mama…” entrecortado por sus sollozos. No hacía falta intentarlo más, no era por mi pobre francés, era porque sólo era capaz de articular ésta palabra.
La intenté tranquilizar con palabras sensibles, y le ofrecí mi enorme mano para calmarla. A pesar de su cara horrorizada, ella me la cogió y se calmó. Confío en mí, un auténtico desconocido para ella, blanco, de 1,90 metros y abrigado hasta las cejas. Me llenó. Una vez abajo, aún cogidos de la mano, se reencontró con su familia, que en un momento de descuido, se les había escapado la niña al ascensor. Llegué tarde.

Salía sin prisa de mi bus, el 96, después de haber visitado de manera gratuita el Musée Pompidou (nunca entenderé el arte moderno) por ser primero domingo de mes. Estaba pensando en mi cena, un bocata de chorizo, y en si debía tomarme una coca-cola o no. Claro que sí. A mi derecha, el colmado regentado por un hombre, probablemente de origen afgano, que como muchos de los que hay en Barcelona, no entiende de horarios ni de festivos. Ví salir de su tienda a un hombretón grande, africano y rondando los 55, que tropezó con el mini escalón que da acceso al establecimiento. Cayó a peso justo delante mío, plano, como un saco de patatas, esparciendo por la acera la mini-compra que acababa de realizar. Aún en el suelo, intenté preguntarle como estaba, y volví, como días atrás, a ofrecer mi mano, que ahora ya no era grande, sino pequeña, para ayudarlo a levantar. Tardó mucho, muchísimo. Al principio no sabía si se había roto algo, luego me percaté que la pista no era el dolor, sino el olor, la embriaguez. Finalmente me cogió la mano, con fuerza y no me la soltó, mientras yo seguí insistiendo en si se encontraba bien. Él, de rodillas en el suelo, empezó a musitar unas palabras. Pero como días atrás, encontré una respuesta que no contestaba a mi pregunta: “¿Tienes una moneda?”, “¿Tienes una moneda?”. No era por mi pobre francés, era porque él sólo era capaz de articular ésta frase. Lo levanté, le recogí la bolsa de plástico y el gorro y me fui. Cené un bocata de chorizo con una coca-cola.

viernes, febrero 05, 2010

No tant lluny de casa…

Skype. Pa amb tomàquet. La Competència. Tu. Jean-Paul. Barça. EFE. Spaguetti Carbonara. Hotmail. Manel. L’home que treballa fent de gos. Valdés, Alves, Puyol, Piqué, Abidal, Xavi, Iniesta, Sergio Busquets, Pedro, Ibrahimovic, Messi i Guardiola. Un altre cop tu. Angelines. Ous ferrats. Jean-Luc. Fotografies. Els Òscars. El minut a minut, però el bo, el de PR17 y ‘Monsieur Henry’, el de Ferran Martínez. Galetes Principe.Els amics de les arts. Mohamed Jordi. APM. Salsitxes de frankfurt. Al mar. Sol. Kebab. Internet. El millor calendari del món. Els guapos són els raros. Avui.cat. Dejà vu. The wire. Facebook. Català i catalí. JJJJusto Molinero. Succedani de cacaolat. I per suposat i sempre, tu.

martes, febrero 02, 2010

SDF

Si tuviera que escoger un lugar que he conocido bien durante este mes en París, hasta en demasía, elegiría sin duda, el Metro. No por gusto, sino por obligación. Sin mi estimado C4, mi movilidad queda ligada a ir por debajo tierra, en estos arcaicos trenes que pasan sin cesar –es increíble la frecuencia de paso- por las viejas estaciones parisinas. Algunas tienen su encanto, como Arts et Métiers, decorada con un color cobre, o Palais Royal-Musée du Louvre, al estilo de la majestuosidad del museo, otras, en cambio, dan más pena que otra cosa. Pero el denominador común en todas ellas es el volumen de gente en movimiento: cabeza abajo, auriculares en las orejas, abstraídos, dirigiéndose a sus casas o trabajos. Los que se quedan, sin embargo, son aquellos que no tienen adónde ir, los que ya forman parte del paisaje de la estación junto a las papeleras y los mapas de metro, quartier y de Bus. Desde hace años les llaman SDF (Sans Domicile Fixe), vamos, el clochard (vagabundo) de toda la vida. Una manera más de escurrir el bulto, dándoles un nombre “cool” y que les aleja todavía más de la sociedad. Y es que los “sans-abri” están a raudales por París, y en concreto en el Metro, donde se refugian del frío invierno. Nadie repara en ellos, restan totalmente excluidos socialmente y aparecen difuminados con el resto de la estación, amparados en las botellas de alcohol y con sus sacos de dormir, amontonados. Desconozco las políticas sociales del estado francés en este sentido, pero parecen destinados a una vida imposible de enderezar, sin esperanzas futuras ni nada por lo que luchar.
Extraña paradoja la de estos, que a pesar de dejar pasar a diario centenares de trenes, no encuentran uno al que subirse para que les lleve a una mejor estación.