domingo, marzo 07, 2010

Saltan las alarmas en Francia

El primer miércoles de cada mes París se detiene al mediodía, y al mediodía y 10 minutos. Un estruendo desgarrador recorre la ciudad, calle por calle, avisando a la población de que no olviden. No olvidar. Recordar. Esa es la intención de esta sonora sirena, exactamente la misma que sonaba en los años 40, y que recuerda que la capital francesa fue bombardeada durante la Segunda Guerra Mundial y posteriormente ultrajada por el ejército alemán. Más de sesenta años después, los parisinos siguen recordándolo mensualmente porque luego se convirtió en una victoria, una liberación que hace sentir orgullosos a todos los franceses. Personalmente me parece excesivo, una manera de sembrar miedo. Parece indicar que nunca está de más hacer ver a la población que pueden ser víctimas de un bombardeo o de un ataque nuclear.
En esta ocasión, en el primer miércoles de marzo, Francia volvió a sentirse ultrajada en casa. Por suerte para todos sólo se trataba de fútbol, pero España pasó como un ciclón por encima de Francia. El partido de “La Roja” constató la desidia y la desesperanza con la que los franceses esperan este año el Mundial de Sudáfrica.
Nadie confía ya en el seleccionador francés, Raymond Doménech, un tipo agrio, arrogante, tedioso y muy maniático. Se dice, se comenta, se escucha que ni Pires ni Giuly -hace pocos años de lo mejorcito en sus posiciones en Francia- eran de su agrado por su signo del zodíaco. Pires es Escorpio, un signo que no iba bien para el grupo y el vestuario... según Doménech, claro, mientras que Giuly es Cáncer, y en ese grupo mundialista ya había demasiados.
El tipo, de ascendencia catalana, llegó al puesto de seleccionador tras el fiasco de sus antecesores en el Mundial de Japón y Corea y en la Eurocopa de Portugal, con una Francia que parecía desgastada y oxidada.
Sin embargo, el técnico consiguió alzar el vuelo con esa misma selección vieja, viviendo aún de rentas del Mundial ‘98 y de la Eurocopa ’00 (ambas ganadas por los “bleus”) y la llevó hasta la final del Mundial de Alemania ’06 ante Italia, que le ganó en los penaltis en el partido del mítico cabezazo de Zidane a Materazzi.
Ese gran éxito -nadie puede discutir que es un éxito de Doménech- es el que le ha mantenido y le mantiene en el cargo, cuando Francia lleva desde 2006 arrastrándose por los campos de fútbol, haciendo el ridículo en la Eurocopa de 08 (eliminada con tan sólo un gol en tres partidos en la primera fase) y clasificándose para el Mundial con una escandalosa mano (x2) de Thierry Henry, el capitán de la selección, al que nunca más le invitarán a una pinta en Dublín.
El pasado miércoles, una España que quiere jugar como el Barça pero que todavía no lo es, doblegó a medio gas la resistencia gala y puso de los nervios a todo el Stade de France, que silbó tanto a Henry como a Ribéry, la representación de la vieja guardia y de la savia nueva de los ‘bleus’. Y, por encima de todo, pidió la dimisión de Doménech.
Un técnico al que nadie quiere: ni aficionados, ni prensa ni hasta algunos de sus propios jugadores, que, como Ribéry y Henry, le echan pulsos por jugar donde ellos quieren.
En respuesta, el técnico pareció agarrarse a la historia. Aunque el juego y el resultado lo dejaron en evidencia, Doménech explicó que en 2006 estaban igual de mal y que llegaron a la final por la puerta grande, tan sólo cayendo en los penaltis y con 10. Que lo que parecía un desastre se convirtió en una victoria.
Como cada primer miércoles de cada mes, saltaron las alarmas, pero lo importante es recordar.

1 comentario:

Nina Tramullas dijo...

M'agraden els teus textos amb apunt històric. Sembles un columnista veterà que mira enrere.
:)